Crítica de Shelby Oaks : lo intenta pero no lo consigue
20/11/2025 • Alicia R.
Varias figuras de la generación YouTube han dado recientemente el salto de la pantalla pequeña a la grande. El ejemplo más sonado es el de RackaRacka —o, como se les conoce hoy, los hermanos Philippou—, que arrasaron con Talk To Me en 2022 y que ahora vuelven con Bring Her Back. Siguiendo esa estela, el crítico de cine fantástico Chris Stuckmann intenta ahora revolucionar el género con Shelby Oaks. La intención es evidente; el resultado, lamentablemente, no tanto.
La historia arranca con un planteamiento de found footage: un documental construido a partir de las cintas recuperadas de un grupo de youtubers, los Paranormal Paranoics, desaparecidos tras internarse en el pueblo fantasma de Shelby Oaks. El problema es que, pese a ser un veterano de la plataforma, Stuckmann no aporta nada que capitalice su conocimiento del ecosistema YouTube. Todo lo que muestra podría haber sido filmado por alguien ajeno a la plataforma: no hay mirada, no hay personalidad, no hay un aprovechamiento real de su propia experiencia como creador digital.
Paradójicamente, cuando el filme rompe por completo el formato found footage, es cuando ofrece su secuencia más estimulante. Por un momento, parece que Stuckmann empieza a encontrar una voz propia. Pero es un espejismo. A medida que la historia avanza, queda claro que ese destello de originalidad no representa el rumbo general de la película.
Esto lo he visto antes
Y ahí es donde se revela la grieta fundamental. El guion —coescrito junto a Samantha Elizabeth— nace de un amor genuino por el terror, pero también de una dependencia excesiva de aquello que ya hemos visto mil veces. En lugar de moldear influencias, Shelby Oaks las ordena como si fueran piezas de un catálogo. Falta una visión que cohesione, falta una mitología que dote de profundidad al misterio. Lo que queda son ecos de otras películas, muchas de ellas demasiado conocidas.
La puesta en escena tampoco consigue suplir esas carencias. Visualmente, la película nunca encuentra una identidad. Falta atmósfera, falta textura, falta riesgo. Sin un estilo claro, Shelby Oaks se apoya en su protagonista, Mia… pero incluso ella aparece desdibujada. Su construcción dramática queda a medias, como si Stuckmann confiara más en los tropos del género que en su propia voz narrativa.
Peor aún, toma decisiones sostenidas por uno de los recursos más gastados del terror: lanzarse de cabeza al peligro sin una motivación convincente. Tras repetir este patrón varias veces, la tensión deja de funcionar y el espectador empieza a preguntarse si la película quiere asustar o simplemente cumplir con una lista de obligatorios del género.
Talento aún por pulir
Cuando la película entra en su recta final, Shelby Oaks empieza a perder cualquier control que aún le quedaba. El tercer acto se convierte en un torbellino de conceptos que chocan entre sí sin una dirección clara, como si Stuckmann hubiera intentado abarcar demasiadas ideas sin decidirse realmente por ninguna. Lo que debería ser el clímax emocional y narrativo termina diluyéndose en un collage de referentes demasiado evidentes.
En sus mejores momentos, este tramo final podría describirse como un intento de rendir homenaje a distintas películas del género. En los peores, se siente como una versión descafeinada de obras mucho más sólidas, con guiños tan transparentes que invitan a la comparación directa. Y frente a esas comparaciones, Shelby Oaks sale perdiendo.
En definitiva, Shelby Oaks es una película nacida de la pasión por el género, pero las buenas intenciones no logran sostener una propuesta que carece de voz, cohesión y personalidad. Stuckmann tiene talento y conocimiento, pero aún está lejos de plasmar en ficción todo lo que, como crítico, parecía dominar.
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